El humano antiguo y el humano actual son dos especies diferentes.
La humanidad antigua creía en lo que veía. La humanidad actual crea o construye su propia realidad.
Dos creencias antagónicas
martes, 27 de febrero de 2018
lunes, 25 de diciembre de 2017
La unidad con la Naturaleza
Necesariamente la primera cultura es recolectora, cazadora, pescadora y nómada. Sostenían una comunión mística con el entorno natural que los proveía. Y conocían en profundidad todo lo que la Naturaleza y la Realidad son.
Cuando se quedaron quietos en un lugar e iniciaron los procesos de producción, ese vínculo íntimo se fue perdiendo poco a poco hasta convertirse en un frío y ateo fenómeno económico.
Después que los elementos naturales fueron sistemáticamente mancillados tiende a reaparecer una tendencia de respeto hacia la Naturaleza.
Cuando se quedaron quietos en un lugar e iniciaron los procesos de producción, ese vínculo íntimo se fue perdiendo poco a poco hasta convertirse en un frío y ateo fenómeno económico.
Después que los elementos naturales fueron sistemáticamente mancillados tiende a reaparecer una tendencia de respeto hacia la Naturaleza.
Respecto a la Muerte y otras cuestiones
Estas dos inmensas concepciones se diferencian en su criterio respecto a la muerte.
La más antigua cree en la reencarnación de un mismo espíritu en sucesivos cuerpos.
La más nueva cree en el alma individual y en un destino individual para ella.
La primera cree en el nosotros; en el colectivo.
La segunda cree en el YO.
La más antigua cree en que la Educación es un procedimiento que nos enseña modalidades de conductas adaptativas para que nuestras acciones no concurran a perjudicar a los demás. La educación sería esencialmente moral.
La más actual cree que la educación nos ha de ayudar a prevalecer sobre los demás.
La primera se fundamenta en los deberes.
La segunda se basa en la defensa de los propios derechos por sobre todas las cosas.
La primera es autosuficiente.
La segunda es mercantilista.
La primera confía en un Orden Cósmico como el principal rector.
La segunda cree en un Dios (antropomorfo), del que somos imagen, representación y semejanza.
Hubo un momento intermedio de traspaso, de una cultura a la otra, donde se manejaron conceptos intermedios. En la primera no existía ningún tipo de discriminación, pero en cuanto se empezó a perfilar el culto al YO empezó a diferenciarse el hombre de la mujer, el blanco sobre el negro, etc.
La más antigua cree en la reencarnación de un mismo espíritu en sucesivos cuerpos.
La más nueva cree en el alma individual y en un destino individual para ella.
La primera cree en el nosotros; en el colectivo.
La segunda cree en el YO.
La más antigua cree en que la Educación es un procedimiento que nos enseña modalidades de conductas adaptativas para que nuestras acciones no concurran a perjudicar a los demás. La educación sería esencialmente moral.
La más actual cree que la educación nos ha de ayudar a prevalecer sobre los demás.
La primera se fundamenta en los deberes.
La segunda se basa en la defensa de los propios derechos por sobre todas las cosas.
La primera es autosuficiente.
La segunda es mercantilista.
La primera confía en un Orden Cósmico como el principal rector.
La segunda cree en un Dios (antropomorfo), del que somos imagen, representación y semejanza.
Hubo un momento intermedio de traspaso, de una cultura a la otra, donde se manejaron conceptos intermedios. En la primera no existía ningún tipo de discriminación, pero en cuanto se empezó a perfilar el culto al YO empezó a diferenciarse el hombre de la mujer, el blanco sobre el negro, etc.
martes, 19 de diciembre de 2017
El Judaísmo
El término judaísmo se refiere a la religión, tradición y cultura del pueblo judío. Es la más antigua de las tres religiones monoteístas,[4] junto con el cristianismo y el islam, originadas en Medio Oriente, llamadas «religiones del Libro» o «abrahámicas». Cuenta con el menor número de fieles entre ellas. Históricamente, del judaísmo derivan las otras dos religiones.
Aunque no existe un cuerpo único que sistematice y fije el contenido dogmático del judaísmo, su práctica se basa en las enseñanzas de la Torá, también llamada Pentateuco, compuesto por cinco libros. A su vez, la Torá o el Pentateuco es uno de los tres libros que conforman el Tanaj (o Antiguo Testamento), a los que se atribuye inspiración divina.
En la práctica religiosa ortodoxa, la tradición oral también desempeña un papel importante. Según las creencias, fue entregada a Moisés junto con la Torá y conservada desde su época y la de los profetas. La tradición oral rige la interpretación del texto bíblico, la codificación y el comentario. Esta tradición oral fue transcrita, dando nacimiento a la Mishná, que posteriormente sería la base del Talmud y de un enorme cuerpo exegético, desarrollado hasta el día de hoy por los estudiosos. El compendio de las leyes extraídas de estos textos forma la ley judía o Halajá.
El rasgo principal de la fe judía es la creencia en un Dios omnisciente, omnipotente y providente, que habría creado el universo y elegido al pueblo judío para revelarle la ley contenida en los Diez Mandamientos y las prescripciones rituales de los libros tercero y cuarto de la Torá. Consecuentemente, las normas derivadas de tales textos y de la tradición oral constituyen la guía de vida de los judíos, aunque la observancia de las mismas varía mucho de unos grupos a otros.
Otra de las características del judaísmo, que lo diferencia de las otras religiones monoteístas, radica en que se considera no solo como una religión, sino también como una tradición, una cultura y una nación.[5][6] Las otras religiones trascienden varias naciones y culturas, mientras que el judaísmo considera la religión y la cultura concebida para un pueblo específico. El judaísmo no exige de los no judíos unirse al pueblo judío ni adoptar su religión, aunque los conversos son reconocidos como judíos en todo el sentido de la palabra. Asimismo, el judío ha sido comisionado por sus escrituras a ser «luz a las naciones» y propagar el monoteísmo ético por todo el mundo. La religión, la cultura y el pueblo judío pueden considerarse conceptos separados, pero están estrechamente interrelacionados. La tradición y la cultura judía son muy diversas y heterogéneas, ya que se desarrollaron de modos distintos en diferentes comunidades y cada comunidad local incorporó elementos culturales de los distintos países a los que llegaron los judíos a partir de la dispersión o diáspora.
Aunque no existe un cuerpo único que sistematice y fije el contenido dogmático del judaísmo, su práctica se basa en las enseñanzas de la Torá, también llamada Pentateuco, compuesto por cinco libros. A su vez, la Torá o el Pentateuco es uno de los tres libros que conforman el Tanaj (o Antiguo Testamento), a los que se atribuye inspiración divina.
En la práctica religiosa ortodoxa, la tradición oral también desempeña un papel importante. Según las creencias, fue entregada a Moisés junto con la Torá y conservada desde su época y la de los profetas. La tradición oral rige la interpretación del texto bíblico, la codificación y el comentario. Esta tradición oral fue transcrita, dando nacimiento a la Mishná, que posteriormente sería la base del Talmud y de un enorme cuerpo exegético, desarrollado hasta el día de hoy por los estudiosos. El compendio de las leyes extraídas de estos textos forma la ley judía o Halajá.
El rasgo principal de la fe judía es la creencia en un Dios omnisciente, omnipotente y providente, que habría creado el universo y elegido al pueblo judío para revelarle la ley contenida en los Diez Mandamientos y las prescripciones rituales de los libros tercero y cuarto de la Torá. Consecuentemente, las normas derivadas de tales textos y de la tradición oral constituyen la guía de vida de los judíos, aunque la observancia de las mismas varía mucho de unos grupos a otros.
Otra de las características del judaísmo, que lo diferencia de las otras religiones monoteístas, radica en que se considera no solo como una religión, sino también como una tradición, una cultura y una nación.[5][6] Las otras religiones trascienden varias naciones y culturas, mientras que el judaísmo considera la religión y la cultura concebida para un pueblo específico. El judaísmo no exige de los no judíos unirse al pueblo judío ni adoptar su religión, aunque los conversos son reconocidos como judíos en todo el sentido de la palabra. Asimismo, el judío ha sido comisionado por sus escrituras a ser «luz a las naciones» y propagar el monoteísmo ético por todo el mundo. La religión, la cultura y el pueblo judío pueden considerarse conceptos separados, pero están estrechamente interrelacionados. La tradición y la cultura judía son muy diversas y heterogéneas, ya que se desarrollaron de modos distintos en diferentes comunidades y cada comunidad local incorporó elementos culturales de los distintos países a los que llegaron los judíos a partir de la dispersión o diáspora.
Manes y el Maniqueísmo: la lucha entre el Bien y el Mal
Maniqueísmo es el nombre que recibe la religión universalista fundada por el sabio persa Mani (o Manes) (c. 215-276), quien decía ser el último de los profetas enviados por Dios a la humanidad.
El maniqueísmo se concibe desde sus orígenes como la fe definitiva, por cuanto pretende completar e invalidar a todas las demás. Al rivalizar en este sentido con otras religiones, como el zoroastrismo, el budismo, el cristianismo y el islam, de sus contactos con ellas se derivaron numerosos fenómenos de fusión doctrinal.
La definición teológica del maniqueísmo ha dividido a la crítica. Mientras que, para algunos eruditos, el fenómeno maniqueo no es reductible a una concepción dualista de la divinidad y el cosmos, ni es definible como gnosticismo,[1] para otros muchos estudiosos es esencialmente gnóstico y dualista.[2]
Se divulgó desde la Antigüedad tardía por el Imperio romano e Imperio sasánida, y en la Edad Media, por el mundo islámico, Asia Central y China, donde perduraría, al menos, hasta el siglo XVII.
Por ello, sus escritos litúrgicos sagrados y fuentes propias se encuentran registrados en múltiples lenguas, entre ellas, latín, griego, copto, persa medio, chino, parto, sogdiano, etcétera. Por lo demás, existen fuentes no maniqueas que informan sobre las creencias y costumbres de esta religión desde San Agustín a al-Biruni. En la Edad Media, catarismo y bogomilismo fueron consideradas herejías de raigambre maniquea, y en la actualidad algunas sectas y nuevas religiones se declaran maniqueas o neomaniqueas, aunque sin relación directa o histórica con el maniqueísmo.
La comunidad maniquea se dividía en dos grupos:
Los maniqueos, a semejanza de los gnósticos, mandeos y mazdeístas, eran dualistas: creían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el Bien y el Mal, que eran asociados a la Luz (Zurván) y las Tinieblas (Ahrimán) y, por tanto, consideraban que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. Esto se explicaba a través de un conjunto de mitos antropogónicos, de influencia gnóstica y zoroástrica. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la Luz atrapada. Desprecian por eso la materia, incluso el cuerpo. Los «oyentes» aspiraban a reencarnarse como «elegidos», los cuales ya no necesitarían reencarnarse más.
Zoroastro, Platón, Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habrían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual, siendo Mani el Sello de los Profetas.
En la práctica, el maniqueísmo niega la responsabilidad humana por los males cometidos porque cree que no son producto de la libre voluntad, sino del dominio del mal sobre nuestra vida. Por esto consideraban al pavo real (pavo cristatus) su animal sagrado, porque sus colores en el plumaje revelaban los distintos estados espirituales por los que pasaba el cuerpo para lograr purificarse y transformarse en el espíritu divino.
El maniqueísmo se concibe desde sus orígenes como la fe definitiva, por cuanto pretende completar e invalidar a todas las demás. Al rivalizar en este sentido con otras religiones, como el zoroastrismo, el budismo, el cristianismo y el islam, de sus contactos con ellas se derivaron numerosos fenómenos de fusión doctrinal.
La definición teológica del maniqueísmo ha dividido a la crítica. Mientras que, para algunos eruditos, el fenómeno maniqueo no es reductible a una concepción dualista de la divinidad y el cosmos, ni es definible como gnosticismo,[1] para otros muchos estudiosos es esencialmente gnóstico y dualista.[2]
Se divulgó desde la Antigüedad tardía por el Imperio romano e Imperio sasánida, y en la Edad Media, por el mundo islámico, Asia Central y China, donde perduraría, al menos, hasta el siglo XVII.
Por ello, sus escritos litúrgicos sagrados y fuentes propias se encuentran registrados en múltiples lenguas, entre ellas, latín, griego, copto, persa medio, chino, parto, sogdiano, etcétera. Por lo demás, existen fuentes no maniqueas que informan sobre las creencias y costumbres de esta religión desde San Agustín a al-Biruni. En la Edad Media, catarismo y bogomilismo fueron consideradas herejías de raigambre maniquea, y en la actualidad algunas sectas y nuevas religiones se declaran maniqueas o neomaniqueas, aunque sin relación directa o histórica con el maniqueísmo.
La comunidad maniquea se dividía en dos grupos:
- Los elegidos, en latín electi, pasaban su tiempo en oración, practicaban el celibato y eran vegetarianos. Tras su muerte, según la teología maniquea, los elegidos alcanzaban el Reino de la Luz.
- Los oyentes, en latín auditores, debían servir a los elegidos, podían contraer matrimonio (aunque les estaba desaconsejado tener hijos) y practicaban ayuno todas las semanas. A su muerte, esperaban reencarnarse en elegidos.
Los maniqueos, a semejanza de los gnósticos, mandeos y mazdeístas, eran dualistas: creían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el Bien y el Mal, que eran asociados a la Luz (Zurván) y las Tinieblas (Ahrimán) y, por tanto, consideraban que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. Esto se explicaba a través de un conjunto de mitos antropogónicos, de influencia gnóstica y zoroástrica. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la Luz atrapada. Desprecian por eso la materia, incluso el cuerpo. Los «oyentes» aspiraban a reencarnarse como «elegidos», los cuales ya no necesitarían reencarnarse más.
Zoroastro, Platón, Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habrían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual, siendo Mani el Sello de los Profetas.
En la práctica, el maniqueísmo niega la responsabilidad humana por los males cometidos porque cree que no son producto de la libre voluntad, sino del dominio del mal sobre nuestra vida. Por esto consideraban al pavo real (pavo cristatus) su animal sagrado, porque sus colores en el plumaje revelaban los distintos estados espirituales por los que pasaba el cuerpo para lograr purificarse y transformarse en el espíritu divino.
Zaratustra
Profeta iraní, fundador del mazdeísmo o zoroastrismo (Media o Bactriana ?, h. 628 - ?, 551 a. C.). También conocido como Zaratustra, Zoroastro predicó una nueva religión basada en la adoración de una deidad suprema llamada Aura Mazda u Ormuz («el Señor Sabio»), acompañada de los seis espíritus de la verdad, la justicia, el orden, la docilidad, la vitalidad y la inmortalidad.
Era una religión dualista, pues a este dios de la justicia y la verdad se le oponía un espíritu del mal, llamado Ahriman. Los mazdeístas suponen que los individuos son libres de elegir entre el bien y el mal, pero que existe un imperativo moral para conducirse de forma justa y que las fuerzas superiores de Aura Mazda acaban por imponerse siempre; la creencia en la vida después de la muerte traduce esta confianza en el triunfo de las fuerzas del bien.
Zoroastro redactó unos cánticos llamados gathas, que constituyen el componente más antiguo del Avesta o libro sagrado del mazdeísmo. Luchó contra la religión politeísta dominante en el mundo indo-iranio y consiguió convertir a un príncipe de la región periférica de Asia central llamado Vishtaspa, que le protegió y facilitó la extensión del mazdeísmo. Y cuando la región fue incorporada al imperio persa -en la época en que murió Zoroastro- su religión comenzó a extenderse por un espacio mayor, siendo adoptada por los emperadores de la dinastía aqueménida, iniciada con Ciro el Grande.
La expansión del mazdeísmo entre los persas hizo que se convirtiera en religión oficial bajo la dinastía Sasánida (siglos III-VIII), después del periodo helenístico, durante el cual había retrocedido frente a la influencia cultural griega. Ante el avance del islamismo en Irán, algunos mazdeístas se refugiaron en la isla de Ormuz (golfo Pérsico) y en la India (los parsis), donde perviven comunidades de esta religión (además de las que han sobrevivido en el propio Irán).
El zoroastrismo ejerció una influencia notable sobre el judaísmo y, a través de él, en el cristianismo. Su idea de un mundo dominado por la lucha entre los principios del bien y el mal fue también la base del maniqueísmo, fundado por Manes en el siglo III.
domingo, 17 de diciembre de 2017
El Yoismo del 3° Nivel
Veamos; la concepción que hoy rige nuestra conciencia es individualista y competitiva. Pero al extremo. Hasta las clases sociales son corporativas. Jamás a nadie se le ocurriría concebir un programa que beneficiara al País, que favoreciera a todos. Los partidos políticos son corporativos.
Dentro de la otra concepción del mundo los cazadores salían a cazar, para toda la comunidad, en tanto para el que obtenía la presa era la porción más humilde.
Dentro de la otra concepción del mundo los cazadores salían a cazar, para toda la comunidad, en tanto para el que obtenía la presa era la porción más humilde.
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